Por: Oscar Ayala
La revisión y análisis de la producción de un artista
localizado en una región, -digámoslo, periférica-, implica la identificación de
los elementos constitutivos propios de su entorno, como son su historia y su
lugar exclusivo dentro de las coordenadas de la geopolítica actual. Para
determinar el trayecto que fundamenta su articulación y su voz dentro del
contexto local y global, es necesario como primera medida, refrescar las
lecturas y representaciones que de alguna manera se han establecido alrededor
de su trabajo, para poder luego, dirigir una nueva mirada que ubique esta
producción dentro de universos de sentido y de significado dentro del diálogo
de las ideas y sistemas de pensamiento estético actuales, es decir, encontrar
su lugar respecto del presente.
Como ciudad ubicada en el hemisferio sur del retórico
“occidente” enunciado de manera asidua desde el comienzo de la era moderna,
Tunja vive con la gran sección de la geografía que la delimita, una larga
historia de opresión. Desde su lugar en el colonizado "tercer mundo",
ya no puede ostentar los títulos de nobleza que le fueron concedidos por el rey
español Carlos V cuando era la ciudad más próspera, culta y pujante de la Nueva
Granada. Hoy es una ciudad por fuera del mapa, anulada a nivel regional por su
decadencia, sin embargo comparte con su hemisferio, el escepticismo y el
instinto de supervivencia que por su exclusión cultural ha tenido.
Este diagnóstico inicial, que parece describir una situación
sombría, obliga a la construcción del pensamiento local a definir ciertas
actitudes en el propio territorio. Desde el campo cultural, con las
particularidades que condicionan y que determinan también su potencialidad
representativa, los sujetos deben hacer trascender en el escenario de la
pluralidad su agenciamiento ético, estético y político. Es aquí donde el arte
entra en escena como generador de sentido, para la reconstrucción de espacios,
objetos y relaciones en la creación material y simbólica de un territorio
común. Es la experiencia de lo común, lo que buscaría un arte que pueda
considerarse político, el establecimiento de un diálogo entre acción y
discurso, produciendo objetos y acontecimientos que introduzcan la duda y lo
inédito, para poder encontrar su lugar respecto del presente.
Una postura que ubique en su justo término la herencia
histórica debe fundamentar ese lugar, no
como un acomodamiento o un seguimiento a la tendencia, sino como una toma de
distancia respecto del lugar y del
propio tiempo. En este caso, el artista que es llamado a ser contemporáneo de
su tiempo debe ver en él lo que está presente en éste de manera negativa. “la
atención a ese no-vivido es la vida del contemporáneo” (Agamben, 2007: 28).
Las composiciones fotográficas, videos y demás trabajos del
artista tunjano Manuel Barón, denotan un vínculo estrecho con la cotidianidad
de su contexto, pero también una mirada
respecto a este desde un distanciamiento. No es la mirada que tiene la
capacidad de apresar el instante o que devele en el paisaje lo relevante, es
más bien una manera de ver que permanentemente está prefigurando el presente,
de tal manera que nos remite a una vida continua que se mueve mientras estamos
ausentes, la mirada de lo que nos estamos perdiendo hoy.
En su reseña de la exposición del artista, Recreando
historias[1], el curador Santiago Rueda dice:
“Manuel Barón (...)
Ha realizado secuencias fotográficas -con el equipamiento más básico- para
realizar observaciones sobre la vida cotidiana, puestas en escena de eventos
rutinarios que suceden en el tiempo lento del día a día. En estos pequeños
relatos es clara una crítica a la modernización sin modernidad, al
desarrollismo, a la asimetría entre centro y región, y la pervivencia de lo
rural en lo urbano que caracteriza a la sociedad colombiana”.
Frente a la alusión de Rueda hacia la mirada crítica de
Barón, podemos agregar que se trata de quien
tiene el ojo pulcro del buen observador que mira, aprende y discurre
sobre las posibilidades de su entorno. A través de sus fotografías, que son
construidas como viñetas de comic, con
situaciones prosaicas de su propio contexto, Barón desenvuelve el cariz de una sociedad
que no ha sido relatada. En cuanto al señalamiento que hace Rueda de que “es clara una crítica a la modernización sin
modernidad, al desarrollismo…” , podemos
acotar que Barón vincula al lenguaje plástico una mirada nueva hacia ese estado
de precariedad de su entorno y que no lo hace desde una confrontación, lo hace
desde el señalamiento de la posibilidad de un mundo sin normas preestablecidas.
Tampoco lo hace con una visión externa hacia lo marginal, precisamente la
“recreación” de sus historias es desde adentro a través de un juego de absurdos
y puesta en escena de verdades que se
contradicen como conjuro de su propia realidad.
En estas situaciones “recreadas” de su cotidianidad, nos
ubica en ese contexto inmediato, la casa, la calle, la esquina, la carnicería,
nos envía al lugar donde acontece lo que acontece, la Tunja que es. La ironía salta a la vista como juego
retórico en la contraposición entre imagen y título cuando constatamos que se
trata de una realidad única e indivisible. Como ejemplo de este tipo de ironías
visuales tenemos la serie Actividades ilegales en Colombia (2007-2008), con los
trabajos: “Collar bomba”, “La tajada”, “Pinta para-política” y “Procesamiento
de coca”.
Título: Procesamiento de Coca Autor: Manuel Barón Técnica: Fotografía |
En el catálogo de la exposición realizada en la galería
Impressions de Londres, Once more, with feeling - Recent photography from
Colombia , Santiago Rueda, hace la
siguiente reseña:
Manuel Barón, representante de la nueva ola de fotógrafos
colombianos, trabaja en Tunja,
importante centro artístico durante el período colonial español, pero que hoy
en día es una ciudad deteriorada que
sirve como parada en la ruta que une el oriente y el centro del país. Barón
explora la marginalidad y el subdesarrollo de su ciudad, inventando situaciones
marcadas por un ingenioso sentido del humor. Barón siempre ha vivido y trabajado
en Tunja y sus secuencias fotográficas recuerdan el trabajo de un dibujante de
comic. Como ejemplo, dos de sus obras se refieren a un absurdo "programa
espacial" que sólo existe en la imaginación del artista. En La Conquista
del Espacio, (2005), Barón fotografía la secuencia de un empleado de la
compañía de electricidad cambiando la bombilla de un poste de la ciudad. La Era
Espacial, (2005), es una secuencia que muestra el lanzamiento de un
"volador" (fuegos artificiales artesanales muy ruidosos), por parte
de un viejo campesino desde la terraza de su casa. En Cambio Extremo, (2005),
Barón usa el nombre de un popular programa de televisión en el que a los
participantes se les ofrece una transformación física mediante algunos
procedimientos estéticos (peeling, botox y cirujías plásticas), pero muestra la
secuencia de un mecánico cambiando el neumático de un viejo taxi, utilizando
sus herramientas rudimentarias. (Santiago Rueda, 2008)
En la trayectoria de este redescubrir la cotidianidad de su
entorno, Barón muestra una persistencia hacia una especie de conjuro de la
representación instituida de su realidad, realidad que en el juego diario
muestra su verdadera cara. En las diversas composiciones fotográficas es
evidente el signo trágico de la exclusión y la trasgresión sociales que una
comunidad como la de Tunja ha sobrellevado históricamente. Sin embargo sin
ningún tipo de idealización Barón muestra el desparpajo de una población que ha
generado las estrategias para sobrevivir a la perdida en su razón de ser, en el
vaciamiento de su conciencia colectiva
por el menoscabo y por el desprecio
hacia sí misma en las tensiones auto-destructoras de una sociedad mestiza. Lo
hace y en el intento resuelve el problema señalando una auto-representación
social muy fiel. La estrategia, como lo señala el curador Rueda es “su
ingenioso sentido del humor”, humor que tampoco establecemos como humor
burlesco o sarcástico que se ríe de sí mismo en la tragedia, es el humor
diáfano de quien vive la vida plenamente y es capaz de darle al apunte el tono
eficaz. Se podría concluir que la crítica de Barón no es hacia el estado de su
sociedad en ensayo sino a la representación que se ha hecho de esta, generando
una nueva que corresponde a una condición más cercana. Su mirada hacia los
aspectos de su sociedad está determinada por elementos de juicio que muestran
una realidad muy clara, y cuando su puesta en escena es absolutamente opuesta
con respecto a lo que se suponía que debía ser, la paradoja se convierte en el
lente que evidencia más la claridad.
El plano de composición que nos presenta Barón muestra la
movilidad de la vida habitual, hay un rompimiento temporal y espacial, donde
también la jerarquía entre autor-espectador se disuelve en la complicidad, Tal
vez muchos no comprendan alguna de sus historias “recreadas”, dado el
condicionante de su referencia, pero es precisamente en ese plano que se
establecen las mismas condiciones, por supuesto hay una interpelación pero ante
esta no podemos pasar desapercibidos. En su trabajo “Objeto volador no
identificado”, el autor nos muestra la secuencia de un tejo (el instrumento del
popular juego netamente boyacense “turmequé”), lanzado hacia su objetivo. Al
final lo que podemos constatar es el humo desprendido del choque en el violento
aterrizaje, por supuesto que es el humo desprendido de la mecha estallada.
Pero, ¿Quién que desconozca el juego y sus circunstancias puede saber eso?. Así
la imagen borrosa del objeto volador no identificado, se muestra como
documento, puede ser como metonimia de una cultura, o simplemente como el
registro o montaje de un cazador de ovnis.
Las imágenes producidas en
la mixtificación de la era global son un compendio infinito y casi
siempre superfluo en el limbo real y virtual en que se desplaza nuestra cultura
visual. Frente a la fugacidad y el agotamiento, es preciso establecer marcos de
diálogo para este tipo de obras que se instauran como una recuperación de lo
periférico, de lo no visible, de lo “no digno de ver”, pues precisamente en un
examen del arte contemporáneo, hay que verificar las disposiciones de entrada
de las culturas que se piensan como posibilidad, dentro de los complejos
procesos sociales que legitiman un sentido.
BIBLIOGRAFÍA.
Agamben, Giorgio, (2009). Desnudez. Buenos Aires: Adriana
Hidalgo Editora.
Arendt, Hannah. (1993) La condición Humana. Barcelona:
Paidós.
Rancière, Jacques. (2010) El espectador Emancipado. Buenos
Aires: Manantial
Rueda, Santiago. (2008) Once more, with feeling - Recent
photography from Colombia. Catálogo.
Impressions Gallery.
Rueda, Santiago. (2011). Ciclo Nuevas Propuestas - Alianza
Colombo-Francesa – Bogotá.
[1] Recreando historias. Ciclo Nuevas Propuestas - Alianza
Colombo-Francesa - Bogotá, 2011
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